domingo, 2 de enero de 2022

CONTRA LA DICTADURA GLOBAL EN TORNO AL COVID 19

 

Comparto algunos extractos de una entrevista realizada a Marga Mediavilla, profesora e investigadora del Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid (@GeedsUVa), centrado en la ecología y el decrecimiento.

Porque lo firmo al 100% y porque considero que aporta luz y cordura contra esta dictadura global burguesa que desde hace casi dos años nos impone su manera de "luchar" contra el Covid19 y su opresión asfixiante frente a aquellos que la cuestionan, entre quienes me encuentro.


"En tiempos de locura colectiva lo más revolucionario es, precisamente, mantener la sensatez.

La posición de los medios de comunicación en relación con la ciencia me parece una de las claves más preocupantes de esta pandemia. Se ha asumido con demasiada normalidad que sobre este tema existe una versión “científica” oficial de la que no se pueden dudar porque todo lo que se sale de ella es “acientífico” y, además, dudar en cuestiones médicas puede “ser peligroso para la salud pública”. Eso supone hurtar a la sociedad dos herramientas esenciales que hace siglos fueron desarrolladas para evitar el abuso del poder sobre la ciudadanía: el debate científico y el debate político.

Por otra parte, no creo que exista poca controversia a nivel de publicaciones académicas sobre los temas relacionados con la covid. Más bien al contrario, están surgiendo multitud de estudios que cuestionan los tres pilares de la narrativa oficial (que las vacunas son imprescindibles, seguras y eficaces). Se están empezando a publicar cientos de estudios sobre los efectos adversos de las vacunas covid, y esto está llevando a muchos expertos a cuestionar que sean suficientemente seguras como para ser aplicadas masivamente, especialmente a niños y jóvenes (El Periódico, PAP, Reuters).

Por eso, en nuestro Manifiesto, pedimos a los medios que salgan de este discurso único que no admite la controversia y califica de “antivacunas”, “negacionista” o “anticiencia” cualquier mínima crítica a la oficialidad. No sólo se están calificando de “conspiranoicos” a todos esos relatos fantasiosos y mal documentados que pululan por las redes (que también los hay), sino también a las declaraciones y estudios de científicos enormemente cualificados.

El British Medical Journal ha emitido recientemente una carta quejándose de que Facebook califica sus artículos como “desinformación”. ¿Quiénes son los directivos de Facebook para decirle a una de las revistas médicas más prestigiosas que sus contenidos son incorrectos?

Esto es un fenómeno extremadamente preocupante que pone en riesgo la libertad y la pluralidad de la información, que son la base de la democracia. También pone en peligro la neutralidad de la ciencia y todos esos mecanismos que ésta desarrolló durante siglos para evitar que el conocimiento fuera censurado por el poder político, religioso o económico.

Esa asociación de las posturas críticas con la extrema derecha es algo que debemos revisar urgentemente. La izquierda está quedándose callada ante cosas inaceptables por el mero hecho de que, supuestamente, denunciarlas lo hace a uno aliado de la ultraderecha. No creo que eso sea cierto, la oposición al discurso oficial de la pandemia, ahora mismo, está surgiendo de personas de todo el espectro político.

Pero el hecho de que la ultraderecha niegue los problemas globales y critique el discurso de la pandemia porque defiende, por encima de todo, la soberanía nacional, no implica que no pueda haber otras críticas desde posiciones políticas muy diferentes. Reconocer los problemas globales no implica estar de acuerdo con las soluciones que se están proponiendo para atajarlos.

Muchos de los hechos que denuncia el antiglobalismo son bastante obvios. No hace falta recurrir a conspiraciones extrañas para saber que el poder económico se ha concentrado de una manera escandalosa durante las últimas décadas y, en gran medida, nos gobiernan las elites que controlan el sistema bancario y los fondos de inversión. No es descabellado pensar que estos mismos actores sean capaces de controlar casi toda la información que circula por las redes. Es difícil sostener a estas alturas que los pasaportes covid tengan alguna utilidad sanitaria y el empeño en seguir imponiéndolos hace sospechar que tengan otros objetivos. También es difícil no ver que las compañías farmacéuticas nos han colado unas cuantas mentiras para hacernos creer que sus productos más rentables eran la única e imprescindible solución.

Todas estas incongruencias del discurso oficial deberían movilizar a la ciudadanía de todo el espectro político exigiendo explicaciones a los gobiernos y negándose a colaborar con medidas injustificables como los pasaportes de vacunación.

Ahí echo de menos, por ejemplo, la voz de la alterglobalización, que podría aportar una versión crítica con las soluciones del discurso institucional sin negar los problemas globales. Este movimiento hace ya dos décadas denunciaba la enorme concentración de poder que estaba propiciando la globalización neoliberal y cómo esto conduciría a la erosión de las democracias nacionales. También denunció que las multinacionales agroquimico-farmaceuticas se estaban convirtiendo en una amenaza para la salud por su enorme capacidad de lobby y su interés en mantener a la población enferma. Además, las mismas empresas que nos vendían los insumos tóxicos de la agricultura, nos vendían medicamentos para las enfermedades causadas por ellos.

El ecologismo también criticó muy duramente la irresponsabilidad de esta industria cuando se introdujeron los transgénicos. Entonces, las empresas asociaron sus productos a la “Ciencia», criticando a sus oponentes por ser «contrarios al progreso» y basarse “en miedos irracionales y supersticiones». El tiempo ha puesto de manifiesto que quienes los criticaban no andaban escasos de argumentos científicos y muchas de sus previsiones se han visto respaldadas con los años (aparición de plagas resistentes, transferencia de genes, nefastas consecuencias sociales sobre el campesinado más pobre, etc.).

Con las actuales vacunas de ingeniería genética estamos viendo los mismos patrones de utilización de lo científico y estigmatización del oponente que se quedan en puro marketing: cada vez hay más datos que muestran que estas empresas no están siendo tan exigentes con el rigor científico de sus procedimientos como presumen y que quienes las critican no andan escasos de argumentos y estudios científicos.

¿Por qué el ecologismo que vio hace décadas tan claramente estos peligros ahora se han dejado seducir por la narrativa que dice que cuestionar, aunque sea mínimamente, estas vacunas de ingeniería genética es cosa de magufos y ultras? ¿Por qué la izquierda alterglobalización que en su día vio tan claramente que el poder se estaba concentrando en las élites financieras no denuncia que hablar del peligro de un autoritarismo global no es, necesariamente, una absurda teoría conspiranoica? "

 [Extractos de la entrevista a Marga Mediavilla en Diario de Futuro, blog de opinión de LaVanguardia.com, con el título «Marga Mediavilla y el “Manifiesto por una salida razonable de la crisis de la Covid”: una voz descollante»]

Manifiesto por una salida razonable a la crisis de la Covid

 

Marga Mediavilla. Fuente: twitter

 

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