contra la dictadura global de todas las maneras posibles e imposibles
¿Por qué no otra vez? Pero mejor y a largo plazo. Que el levantamiento militar y ciudadano del 25 de abril de 1974 que fue la Revolución de los Claveles (Revolução dos Cravos) en Portugal vuelva a repetirse. Pero que no quede para el pueblo solo en el mejor comienzo de revolución de la historia que luego fracasó, engullida por el capitalismo. Que el mejor comienzo esta vez dé lugar a una Revolución para un cambio firme y duradero.
El ejemplo es tan hermoso... Para España y para Portugal, de nuevo, para acabar con esta otra asfixiante dictadura que compartimos. (Triste que esto sea lo único que compartimos).
Pessoa y Saramago soñaban con una Iberia unida, quizás en lo político también, pero sobre todo en lo social, en lo afectivo, en lo humano,... en la revolución. Porque andamos muy lejos de estar unidos los ibéricos. Andamos muy lejos de estar concienciados.
Por su interés histórico y social, quiero compartir y difundir en este blog el artículo de Rafael Narbona sobre la Revolución de los Claveles y una de sus figuras claves, Otelo Saraiva de Carvalho, el militar del pueblo:
«Después de la muerte en 1968 de António de Oliveira Salazar, la dictadura intentó prolongarse con Marcelo Caetano, pero el 25 de abril de 1974 se sublevaron 200 capitanes e intentaron avanzar hacia el socialismo, aliándose con el movimiento obrero y campesino del Sur de Portugal. Durante veinte meses, los campesinos ocuparon tierras, se nacionalizaron los bancos y los obreros asumieron el control de las fábricas, promoviendo la democracia asamblearia. Los grandes capitalistas huyeron con su dinero y se abrieron procesos judiciales contra los esbirros de la dictadura. Una multitud enfurecida rodeó la sede de la temible Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE), que disparó contra los manifestantes, matando a cuatro. Los agentes se rindieron, pero antes destruyeron infinidad de documentos comprometedores. Sólo se juzgó y condenó a unos pocos.
La Revolución de los Clavales no libró a Portugal de su condición de país subdesarrollado. El país siguió fabricando grúas para el puerto de Nueva York, vagones para el Metro de Chicago y teléfonos para Barheim, pero se insinuó la posibilidad de un futuro diferente, donde los trabajadores y los campesinos ya no serían peones del capitalismo o el latifundismo.
Otelo Saraiva de Carvalho, teniente coronel de infantería y figura clave en la liberación de Lisboa y la independencia de Mozambique, encabezó ese anhelo, que no disimulaba su admiración por la Revolución cubana. De hecho, el 21 de julio de 1975 una delegación portuguesa presidida por Otelo viajó a Cuba y se entrevistó con Fidel Castro, que organizó un acto público de solidaridad con el pueblo portugués y su revolución. Durante su intervención, Fidel afirmó que Saraiva de Carvalho era “un héroe de la revolución portuguesa contra el fascismo, el imperialismo y la reacción”.
Mientras tanto, la derecha portuguesa, compuesta básicamente por empresarios, latifundistas y antiguos colonos de Angola, Mozambique y Santo Tomé y Príncipe, tejía una conspiración, instigando a los sectores más conservadores del ejército para que disolviera la “Comuna de Lisboa”. La Iglesia Católica respaldó la iniciativa y socialistas y socialdemócratas se sumaron al boicot. El 25 de noviembre de 1975 un golpe de Estado dirigido por el general Ramalho Eanes, que más tarde se convertiría en Presidente de la República, puso fin al proceso revolucionario. En 1980, se paralizó la reforma agraria y, poco después, se privatizaron los bancos nacionalizados. La democracia asamblearia de los barrios perdió su poder y las multinacionales, temporalmente desactivadas por la política de nacionalizaciones, regresaron poco a poco, recuperando su posición dominante en la economía portuguesa.
En 1984, Saraiva de Carvalho fue condenado a quince años de prisión, acusado de ser el máximo responsable de la lucha armada clandestina de las Fuerzas Populares Veinticinco de Abril (FP-25). Se esgrimió como prueba su condición de autor del Proyecto Global para la Revolución, un documento que invitaba al pueblo a organizarse para defender sus derechos, ampliar las instituciones democráticas mediante la participación popular y luchar contra las dictaduras militares, constituyendo milicias. Durante los diecisiete meses del juicio (el más largo de la historia de Portugal), no se pudo probar la implicación de Carvalho en ningún acto violento. Se invocó el artículo 288 del Código Penal portugués para imputarle el concepto de autoría moral en las expropiaciones y atentados cometidos, aunque no se halló ninguna evidencia irrefutable. Después del arresto, se le mantuvo veinte días en régimen de aislamiento, incumpliendo todas las normas internacionales sobre derechos humanos.
Otelo salió en libertad en 1989, después de cumplir cinco años de prisión. El Tribunal Constitucional admitió defectos de forma en el proceso y el Tribunal Supremo dictó la liberación, alegando falta de pruebas y la imposibilidad de celebrar un nuevo juicio, pues los testimonios de los cinco arrepentidos que delataron a sus compañeros a cambio de la absolución, una importante cantidad de dinero y una nueva identidad en el extranjero, no podían verificarse con garantías de objetividad.
Convertido en un referente de la izquierda extraparlamentaria, Saraiva de Carvalho ha expresado su pesar por la situación actual de Portugal. Estima que no queda nada de la Revolución de los Claveles y entiende que los jóvenes emigren, buscando un porvenir. Se pregunta si sirvió de algo abandonar los cuarteles y salir a la calle. Algunos han criticado su derrotismo, pero lo cierto es que no hay argumentos para aplacar su desilusión. Las metas del levantamiento popular eran la Descolonización, la Democratización y el Desarrollo (las famosas tres letras D, que condensaban el espíritu de los rebeldes), pero casi cuatro décadas después podemos afirmar que no se han hecho realidad ninguno de estos objetivos. Angola, Mozambique y Guinea Bissau se convirtieron en naciones independientes, pero inmediatamente se precipitaron en terribles guerras civiles. Aunque ya no existan oficialmente las colonias, las políticas coloniales (o neocoloniales) no han desaparecido. Simplemente, se ha establecido un nuevo reparto de poder.
A principios del siglo XXI, podemos afirmar que Portugal sólo es una colonia del FMI y el BCE, que han secuestrado la soberanía popular, imponiendo políticas inhumanas, antisociales y regresivas. Ahora sólo está de moda la letra D de Decepción. O pobo é quem mais ordena (“El pueblo es el que más manda”), cantaba José Afonso en “Grândola, Vila Morena”, una composición prohibida por el régimen salazarista por sus presuntas connotaciones comunistas. El periodista Carlos Albino pinchó la canción en Rádio Renascença y los rebeldes comenzaron a desplegarse, pues habían acordado que sería la señal para iniciar la insurrección. La canción se transformó en himno de la Revolución. No se ha olvidado, pero hoy en día los periódicos portugueses repiten la frase “FMI o que máis ordena” y la canción de moda es “Parva que sou” (“Que tonta que soy”) del grupo Deolinda, que se lamenta del fracaso de las expectativas de igualdad y solidaridad despertadas por la Revolución de los Claveles.
Ahora sólo pervive la nostalgia y la frustración por un sueño malogrado. Otelo Saraiva de Carvalho, que nació en Mozambique en 1936, cobra una modesta pensión y vive en una barriada de clase media en las afueras de Lisboa. De vez en cuando, concede entrevistas y participa en coloquios. “La noche del 24 me encerré con seis oficiales en el puesto de mando clandestino de A Pontinha, en Lisboa. Corrí las cortinas para aislarnos del exterior. Carecíamos de provisiones. Nos alimentaba la esperanza y la emoción. No dormimos. Los periodistas nos llamaron los hombres sin sueño. Mis camaradas eran militares que se jugaban su puesto y su libertad. Todo acabó el 26 a las 13:30. El 25 de abril fui el hombre más feliz del mundo. Cumplí un sueño de juventud que fue más allá de un sueño. Tengo el orgullo de haber participado en el derrumbe del poder fascista y más tarde, entre el 74 y 75, el orgullo de no haberme contaminado por el poder. Porque yo no quería el poder para mí, lo quería para el pueblo”.»
(Rafael Narbona, en su página de Facebook, 25/04/2014)
Y por qué no, de nuevo, que la contraseña y señal para el comienzo sea una canción revolucionaria como la de José Afonso...
El ejemplo es tan hermoso... Para España y para Portugal, de nuevo, para acabar con esta otra asfixiante dictadura que compartimos. (Triste que esto sea lo único que compartimos).
Pessoa y Saramago soñaban con una Iberia unida, quizás en lo político también, pero sobre todo en lo social, en lo afectivo, en lo humano,... en la revolución. Porque andamos muy lejos de estar unidos los ibéricos. Andamos muy lejos de estar concienciados.
Por su interés histórico y social, quiero compartir y difundir en este blog el artículo de Rafael Narbona sobre la Revolución de los Claveles y una de sus figuras claves, Otelo Saraiva de Carvalho, el militar del pueblo:
«Después de la muerte en 1968 de António de Oliveira Salazar, la dictadura intentó prolongarse con Marcelo Caetano, pero el 25 de abril de 1974 se sublevaron 200 capitanes e intentaron avanzar hacia el socialismo, aliándose con el movimiento obrero y campesino del Sur de Portugal. Durante veinte meses, los campesinos ocuparon tierras, se nacionalizaron los bancos y los obreros asumieron el control de las fábricas, promoviendo la democracia asamblearia. Los grandes capitalistas huyeron con su dinero y se abrieron procesos judiciales contra los esbirros de la dictadura. Una multitud enfurecida rodeó la sede de la temible Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE), que disparó contra los manifestantes, matando a cuatro. Los agentes se rindieron, pero antes destruyeron infinidad de documentos comprometedores. Sólo se juzgó y condenó a unos pocos.
La Revolución de los Clavales no libró a Portugal de su condición de país subdesarrollado. El país siguió fabricando grúas para el puerto de Nueva York, vagones para el Metro de Chicago y teléfonos para Barheim, pero se insinuó la posibilidad de un futuro diferente, donde los trabajadores y los campesinos ya no serían peones del capitalismo o el latifundismo.
Otelo Saraiva de Carvalho, teniente coronel de infantería y figura clave en la liberación de Lisboa y la independencia de Mozambique, encabezó ese anhelo, que no disimulaba su admiración por la Revolución cubana. De hecho, el 21 de julio de 1975 una delegación portuguesa presidida por Otelo viajó a Cuba y se entrevistó con Fidel Castro, que organizó un acto público de solidaridad con el pueblo portugués y su revolución. Durante su intervención, Fidel afirmó que Saraiva de Carvalho era “un héroe de la revolución portuguesa contra el fascismo, el imperialismo y la reacción”.
Mientras tanto, la derecha portuguesa, compuesta básicamente por empresarios, latifundistas y antiguos colonos de Angola, Mozambique y Santo Tomé y Príncipe, tejía una conspiración, instigando a los sectores más conservadores del ejército para que disolviera la “Comuna de Lisboa”. La Iglesia Católica respaldó la iniciativa y socialistas y socialdemócratas se sumaron al boicot. El 25 de noviembre de 1975 un golpe de Estado dirigido por el general Ramalho Eanes, que más tarde se convertiría en Presidente de la República, puso fin al proceso revolucionario. En 1980, se paralizó la reforma agraria y, poco después, se privatizaron los bancos nacionalizados. La democracia asamblearia de los barrios perdió su poder y las multinacionales, temporalmente desactivadas por la política de nacionalizaciones, regresaron poco a poco, recuperando su posición dominante en la economía portuguesa.
En 1984, Saraiva de Carvalho fue condenado a quince años de prisión, acusado de ser el máximo responsable de la lucha armada clandestina de las Fuerzas Populares Veinticinco de Abril (FP-25). Se esgrimió como prueba su condición de autor del Proyecto Global para la Revolución, un documento que invitaba al pueblo a organizarse para defender sus derechos, ampliar las instituciones democráticas mediante la participación popular y luchar contra las dictaduras militares, constituyendo milicias. Durante los diecisiete meses del juicio (el más largo de la historia de Portugal), no se pudo probar la implicación de Carvalho en ningún acto violento. Se invocó el artículo 288 del Código Penal portugués para imputarle el concepto de autoría moral en las expropiaciones y atentados cometidos, aunque no se halló ninguna evidencia irrefutable. Después del arresto, se le mantuvo veinte días en régimen de aislamiento, incumpliendo todas las normas internacionales sobre derechos humanos.
Otelo Saraiva de Carvalho
Fuente: Rafael Narbona (Facebook)
Otelo salió en libertad en 1989, después de cumplir cinco años de prisión. El Tribunal Constitucional admitió defectos de forma en el proceso y el Tribunal Supremo dictó la liberación, alegando falta de pruebas y la imposibilidad de celebrar un nuevo juicio, pues los testimonios de los cinco arrepentidos que delataron a sus compañeros a cambio de la absolución, una importante cantidad de dinero y una nueva identidad en el extranjero, no podían verificarse con garantías de objetividad.
Convertido en un referente de la izquierda extraparlamentaria, Saraiva de Carvalho ha expresado su pesar por la situación actual de Portugal. Estima que no queda nada de la Revolución de los Claveles y entiende que los jóvenes emigren, buscando un porvenir. Se pregunta si sirvió de algo abandonar los cuarteles y salir a la calle. Algunos han criticado su derrotismo, pero lo cierto es que no hay argumentos para aplacar su desilusión. Las metas del levantamiento popular eran la Descolonización, la Democratización y el Desarrollo (las famosas tres letras D, que condensaban el espíritu de los rebeldes), pero casi cuatro décadas después podemos afirmar que no se han hecho realidad ninguno de estos objetivos. Angola, Mozambique y Guinea Bissau se convirtieron en naciones independientes, pero inmediatamente se precipitaron en terribles guerras civiles. Aunque ya no existan oficialmente las colonias, las políticas coloniales (o neocoloniales) no han desaparecido. Simplemente, se ha establecido un nuevo reparto de poder.
A principios del siglo XXI, podemos afirmar que Portugal sólo es una colonia del FMI y el BCE, que han secuestrado la soberanía popular, imponiendo políticas inhumanas, antisociales y regresivas. Ahora sólo está de moda la letra D de Decepción. O pobo é quem mais ordena (“El pueblo es el que más manda”), cantaba José Afonso en “Grândola, Vila Morena”, una composición prohibida por el régimen salazarista por sus presuntas connotaciones comunistas. El periodista Carlos Albino pinchó la canción en Rádio Renascença y los rebeldes comenzaron a desplegarse, pues habían acordado que sería la señal para iniciar la insurrección. La canción se transformó en himno de la Revolución. No se ha olvidado, pero hoy en día los periódicos portugueses repiten la frase “FMI o que máis ordena” y la canción de moda es “Parva que sou” (“Que tonta que soy”) del grupo Deolinda, que se lamenta del fracaso de las expectativas de igualdad y solidaridad despertadas por la Revolución de los Claveles.
Ahora sólo pervive la nostalgia y la frustración por un sueño malogrado. Otelo Saraiva de Carvalho, que nació en Mozambique en 1936, cobra una modesta pensión y vive en una barriada de clase media en las afueras de Lisboa. De vez en cuando, concede entrevistas y participa en coloquios. “La noche del 24 me encerré con seis oficiales en el puesto de mando clandestino de A Pontinha, en Lisboa. Corrí las cortinas para aislarnos del exterior. Carecíamos de provisiones. Nos alimentaba la esperanza y la emoción. No dormimos. Los periodistas nos llamaron los hombres sin sueño. Mis camaradas eran militares que se jugaban su puesto y su libertad. Todo acabó el 26 a las 13:30. El 25 de abril fui el hombre más feliz del mundo. Cumplí un sueño de juventud que fue más allá de un sueño. Tengo el orgullo de haber participado en el derrumbe del poder fascista y más tarde, entre el 74 y 75, el orgullo de no haberme contaminado por el poder. Porque yo no quería el poder para mí, lo quería para el pueblo”.»
(Rafael Narbona, en su página de Facebook, 25/04/2014)
Y por qué no, de nuevo, que la contraseña y señal para el comienzo sea una canción revolucionaria como la de José Afonso...
Grândola, Vila Morena. Versión de Amália Rodrigues, en 1974.
GRÂNDOLA, VILA MORENA
(José Afonso, 1971)
Grândola, vila morena
Terra da fraternidade
O povo é quem mais ordena
Dentro de ti, ó cidade
Dentro de ti, ó cidade
O povo é quem mais ordena
Terra da fraternidade
Grândola, vila morena
Em cada esquina um amigo
Em cada rosto igualdade
Grândola, vila morena
Terra da fraternidade
Terra da fraternidade
Grândola, vila morena
Em cada rosto igualdade
O povo é quem mais ordena
À sombra duma azinheira
Que já não sabia a idade
Jurei ter por companheira
Grândola a tua vontade
Grândola a tua vontade
Jurei ter por companheira
À sombra duma azinheira
Que já não sabia a idade
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