amor
No importa quiénes ni por qué... Si se es diferente y, además, feliz (o se va por buen camino), primero desconfiarán y luego te despreciarán, porque te envidian y temen no poder serlo...
"—Vean —susurró Guiñazú, retrocediendo en la silla de hierro—. Miren, pero no miren demasiado. Por lo menos, no miren con avidez y, en todo caso, tengan la prudencia de desconfiar. Si miramos indiferentes, es posible que la cosa dure, que no se desvanezcan, que en algún momento lleguen a sentarse, a pedir algo al mozo, a beber, a existir de veras.
(...)
—Pero puede ser —insistió Guiñazú— que los demás habitantes de Santa María los vean y sospechen, o por lo menos tengan miedo y odio, antes de que la lluvia termine por borrarlos. Puede ser que alguno pase y los sienta extraños, demasiado hermosos y felices y dé la voz de alarma.
(...)
Bailaban así porque estaban los demás, pero bailaban sólo para ellos, en secreto, protegidos de toda intromisión. El muchacho tenía la camisa abierta hasta el ombligo; y todos nosotros podíamos verle la felicidad de estar sudando, un poco borracho y en trance, la felicidad de ser contemplado y de hacerse esperar.
(...)
La muchacha era diminuta y completa (…). Parecía muy joven y resuelta a ser dichosa. (...) Tenía una expresión de dulzura estúpida, de felicidad física inconmovible. (...) Demasiado próxima a la perfección para ser una enana, demasiado segura y demagógica para ser una niña disfrazada de mujer.
El hombre era de muchas maneras (…) inquietas y variables, en el propósito de mantenerlo vivo, sólido, inconfundible. (...) Era joven, delgado, altísimo; era tímido e insolente, dramático y alegre. (...) Con la onda oscura y lustrosa que le disminuía la frente, con el anómalo traje de franela gris donde el sastre había clavado una pequeña rosa dura, con su indolencia alerta y esperanzada, con una amistad por la vida más vieja que él. (...) Un hombre congénitamente convencido de que lo único que importa es estar vivo y, en consecuencia, convencido de que cualquier cosa que le toque vivir es importante y buena y digna de ser sentida.
(...)
Vivían en Las Casuarinas, desterrados de Santa María y del mundo.
(...)
A pesar de los años, de las modas y de la demografía, los habitantes de la ciudad continuaban siendo los mismos. Tímidos y engreídos, obligados a juzgar para ayudarse, juzgando siempre por envidia o miedo. (Lo importante a decir de esta gente es que está desprovista de espontaneidad y de alegría; que sólo puede producir amigos tibios, borrachos inamistosos, mujeres que persiguen la seguridad y son idénticas e intercambiables como mellizas, hombres estafados y solitarios...)
(...)
Pero el desprecio indeciso con que los habitantes miraban a la pareja que recorría una o dos veces por semana la ciudad barrida y progresista era de esencia distinta a la del desprecio que habían usado años atrás para medir los pasos, las detenciones y las vueltas de las dos o tres mujeres de la casita en la costa que jugaron a ir de compras en las tardes del lunes de algunos meses. Porque todos sabíamos un par de cosas del muchacho lánguido sonreidor y de la mujer en miniatura que había aprendido a equilibrar sobre los altos tacos la barriga creciente, que avanzaba por las calles del centro, no demasiado lenta, echada hacia atrás, apoyada con la nuca en la mano abierta de su marido.
(...)
El muchacho de la rosa estuvo poniendo discos durante media hora más. Cuando estuvo harto o se sintió seguro, fue a buscar a la enana encinta, la alzó y empezaron a bailar en medio de la sala, rodeados por el espontáneo retroceso de los demás, decididos a vivir, a soportar con alegría, a prescindir de esperanzas concretas."
[Fragmentos de "Historia del caballero de la rosa y de la virgen encinta que vino de Liliput" (1956). En Colección de cuentos de Juan Carlos Onetti. Selección y Digitalización de Jorge Barbikane.]
No importa quiénes ni por qué... Si se es diferente y, además, feliz (o se va por buen camino), primero desconfiarán y luego te despreciarán, porque te envidian y temen no poder serlo...
"—Vean —susurró Guiñazú, retrocediendo en la silla de hierro—. Miren, pero no miren demasiado. Por lo menos, no miren con avidez y, en todo caso, tengan la prudencia de desconfiar. Si miramos indiferentes, es posible que la cosa dure, que no se desvanezcan, que en algún momento lleguen a sentarse, a pedir algo al mozo, a beber, a existir de veras.
(...)
—Pero puede ser —insistió Guiñazú— que los demás habitantes de Santa María los vean y sospechen, o por lo menos tengan miedo y odio, antes de que la lluvia termine por borrarlos. Puede ser que alguno pase y los sienta extraños, demasiado hermosos y felices y dé la voz de alarma.
(...)
Bailaban así porque estaban los demás, pero bailaban sólo para ellos, en secreto, protegidos de toda intromisión. El muchacho tenía la camisa abierta hasta el ombligo; y todos nosotros podíamos verle la felicidad de estar sudando, un poco borracho y en trance, la felicidad de ser contemplado y de hacerse esperar.
(...)
La muchacha era diminuta y completa (…). Parecía muy joven y resuelta a ser dichosa. (...) Tenía una expresión de dulzura estúpida, de felicidad física inconmovible. (...) Demasiado próxima a la perfección para ser una enana, demasiado segura y demagógica para ser una niña disfrazada de mujer.
El hombre era de muchas maneras (…) inquietas y variables, en el propósito de mantenerlo vivo, sólido, inconfundible. (...) Era joven, delgado, altísimo; era tímido e insolente, dramático y alegre. (...) Con la onda oscura y lustrosa que le disminuía la frente, con el anómalo traje de franela gris donde el sastre había clavado una pequeña rosa dura, con su indolencia alerta y esperanzada, con una amistad por la vida más vieja que él. (...) Un hombre congénitamente convencido de que lo único que importa es estar vivo y, en consecuencia, convencido de que cualquier cosa que le toque vivir es importante y buena y digna de ser sentida.
(...)
Vivían en Las Casuarinas, desterrados de Santa María y del mundo.
(...)
A pesar de los años, de las modas y de la demografía, los habitantes de la ciudad continuaban siendo los mismos. Tímidos y engreídos, obligados a juzgar para ayudarse, juzgando siempre por envidia o miedo. (Lo importante a decir de esta gente es que está desprovista de espontaneidad y de alegría; que sólo puede producir amigos tibios, borrachos inamistosos, mujeres que persiguen la seguridad y son idénticas e intercambiables como mellizas, hombres estafados y solitarios...)
(...)
Pero el desprecio indeciso con que los habitantes miraban a la pareja que recorría una o dos veces por semana la ciudad barrida y progresista era de esencia distinta a la del desprecio que habían usado años atrás para medir los pasos, las detenciones y las vueltas de las dos o tres mujeres de la casita en la costa que jugaron a ir de compras en las tardes del lunes de algunos meses. Porque todos sabíamos un par de cosas del muchacho lánguido sonreidor y de la mujer en miniatura que había aprendido a equilibrar sobre los altos tacos la barriga creciente, que avanzaba por las calles del centro, no demasiado lenta, echada hacia atrás, apoyada con la nuca en la mano abierta de su marido.
(...)
El muchacho de la rosa estuvo poniendo discos durante media hora más. Cuando estuvo harto o se sintió seguro, fue a buscar a la enana encinta, la alzó y empezaron a bailar en medio de la sala, rodeados por el espontáneo retroceso de los demás, decididos a vivir, a soportar con alegría, a prescindir de esperanzas concretas."
[Fragmentos de "Historia del caballero de la rosa y de la virgen encinta que vino de Liliput" (1956). En Colección de cuentos de Juan Carlos Onetti. Selección y Digitalización de Jorge Barbikane.]
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El caballero y la virgen. Ilustración de Luis Pérez Ortiz
Fuente: Centro Virtual Cervantes - "El caballero y la virgen"
Fuente: Centro Virtual Cervantes - "El caballero y la virgen"
Hoy dejadme
a mí solo
ser feliz,
con todos o sin todos,
ser feliz
con el pasto
y la arena,
ser feliz
con el aire y la tierra,
ser feliz,
contigo, con tu boca,
ser feliz.
(Pablo Neruda, Odas elementales, 1954)
"Lo que los demás rechazan de ti, cultívalo. Eso eres tú."
(Jean Cocteau)
2 comentarios:
quiero un resumen :/
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