democracia secuestrada
En ausencia de la necesaria rebelión del ser humano...
Saramago permite que la ciencia ficción de Huxley y el humanismo hippie de Jünger invadan sus pensamientos. Así, en "Cosas" (Casi un objeto, 1983) proclama la rebelión de los "oumis", es decir, de los objetos, en una ciudad sometida por la dictadura más absoluta y donde los hombres, zombies seriados y nublados de consciencia, son incapaces de manifestar el menor atisbo de humanidad, mostrándose insolidarios con sus iguales y obedientes y colaboracionistas con el gobierno opresor. ¿Os suena, verdad? Sí, es demasiado real.
En el relato, solo las cosas, infundidas de vida por nadie sabe qué o quién, mostrarán resistencia y se erigirán en el oráculo y, a la vez, en el vehículo del juicio final del hombre, del gran cambio. Entonces, la tierra vuelve a poblarse de Adanes y Evas desnudos, a la intemperie.
Saramago profeta, Saramago Dios, Saramago estandarte de la justicia y el humanismo, como siempre.
"Después, un locutor de cara escuálida anunció una nota oficiosa del gobierno (nog). Era más reciente que la del periódico. Decía: «El gobierno informa a todos los ciudadanos usuarios que los defectos e incongruencias de ciertos objetos, utensilios, máquinas e instalaciones (abreviados oumis), últimamente verificados en mayor número, están siendo juiciosamente estudiados por la comisión nombrada, que cuenta ahora con la colaboración de un parapsicólogo. Los ciudadanos usuarios deben rechazar los rumores, las habladurías, la manipulación. Deben mantener la serenidad, incluso en el caso de que ocurran desapariciones de los referidos oumis: objetos, utensilios, máquinas o instalaciones. Se recomienda la más rigurosa vigilancia. Ningún oumi (objeto, utensilio, máquina o instalación) debe, en lo futuro, ser mirado distraídamente. El gobierno considera indispensable sorprender cualquier oumi: objeto, utensilio, máquina o instalación, en el momento de desaparecer. El ciudadano usuario que dé informaciones completas o detenga el proceso de desaparición de oumis, será considerado benemérito y ascendido a la prioridad C, si estuviera clasificado en prioridad más baja. El gobierno cuenta con el apoyo y la confianza de todos.» Hubo más noticias, pero ninguna que interesase tanto."
"Encendió la televisión y, mientras el aparato se calentaba, fue hasta la ventana que había dejado abierta desde por la mañana y así había permanecido todo el día. La tarde tocaba a su fin. Había mucha gente en la calle, pero nadie hablaba, no había grupos. Las personas parecían caminar al azar, sin destino, se limitaban a extender los brazos y a mostrar la mano derecha [identificación obligatoria de la letra de serie en la palma de los ciudadanos]. Visto desde arriba, en aquel silencio, el espectáculo podría dar ganas de reír: los brazos subían y bajaban, las manos, blancas, con las manchas verdes de las letras, hacían un movimiento rápido y después caían, para repetirse el movimiento íntegro algunos pasos más adelante. Eran como dementes con una idea fija en la alameda de un manicomio."
"Entre el bosque y la ciudad no había ya espacio libre, toda la población había ido a asistir a la gran acción militar de represalia. A lo lejos se oía un zumbido: los aviones se aproximaban. Los relojes que aún funcionaban iban a dar las siete, o a marcarlas silenciosamente en la esfera. El oficial que comandaba la artillería sostenía el micrófono para dar la orden de fuego. Centenas de millares de personas, un millón, casi no respiraban de ansiedad. Pero ningún tiro llegó a ser disparado. En el preciso instante en el que el oficial iba a gritar: «¡Fuego!», el micrófono le huyó de las manos. Inexplicablemente los aviones hicieron una curva cerrada y volvieron atrás. Esta fue apenas la primera señal. Un silencio absoluto se extendió sobre la planicie. Y de repente la ciudad desapareció. En su lugar, hasta perderse de vista, surgió otra multitud de mujeres y hombres, desnudos, salidos de lo que había sido la ciudad. Desaparecieron las piezas de artillería y todas las demás armas, y los militares se quedaron desnudos, rodeados por los hombres y por las mujeres que antes habían sido ropas y armas. En el centro, la inmensa mancha oscura de la población de la ciudad. Pero también ésta, en el instante sucesivo, se metamorfoseó y multiplicó. La planicie se volvió súbitamente clara cuando el sol nació.
Fue entonces cuando del bosque salieron todos los hombres y mujeres que allí se habían escondido desde que la revuelta había comenzado, desde el primer oumi desaparecido. Y uno de ellos dijo:
–Ahora es necesario reconstruirlo todo.
Y una mujer dijo:
–No teníamos otro remedio, puesto que las cosas éramos nosotros. No volverán los hombres a ser puestos en el lugar de las cosas."
En ausencia de la necesaria rebelión del ser humano...
Saramago permite que la ciencia ficción de Huxley y el humanismo hippie de Jünger invadan sus pensamientos. Así, en "Cosas" (Casi un objeto, 1983) proclama la rebelión de los "oumis", es decir, de los objetos, en una ciudad sometida por la dictadura más absoluta y donde los hombres, zombies seriados y nublados de consciencia, son incapaces de manifestar el menor atisbo de humanidad, mostrándose insolidarios con sus iguales y obedientes y colaboracionistas con el gobierno opresor. ¿Os suena, verdad? Sí, es demasiado real.
En el relato, solo las cosas, infundidas de vida por nadie sabe qué o quién, mostrarán resistencia y se erigirán en el oráculo y, a la vez, en el vehículo del juicio final del hombre, del gran cambio. Entonces, la tierra vuelve a poblarse de Adanes y Evas desnudos, a la intemperie.
Saramago profeta, Saramago Dios, Saramago estandarte de la justicia y el humanismo, como siempre.
"Después, un locutor de cara escuálida anunció una nota oficiosa del gobierno (nog). Era más reciente que la del periódico. Decía: «El gobierno informa a todos los ciudadanos usuarios que los defectos e incongruencias de ciertos objetos, utensilios, máquinas e instalaciones (abreviados oumis), últimamente verificados en mayor número, están siendo juiciosamente estudiados por la comisión nombrada, que cuenta ahora con la colaboración de un parapsicólogo. Los ciudadanos usuarios deben rechazar los rumores, las habladurías, la manipulación. Deben mantener la serenidad, incluso en el caso de que ocurran desapariciones de los referidos oumis: objetos, utensilios, máquinas o instalaciones. Se recomienda la más rigurosa vigilancia. Ningún oumi (objeto, utensilio, máquina o instalación) debe, en lo futuro, ser mirado distraídamente. El gobierno considera indispensable sorprender cualquier oumi: objeto, utensilio, máquina o instalación, en el momento de desaparecer. El ciudadano usuario que dé informaciones completas o detenga el proceso de desaparición de oumis, será considerado benemérito y ascendido a la prioridad C, si estuviera clasificado en prioridad más baja. El gobierno cuenta con el apoyo y la confianza de todos.» Hubo más noticias, pero ninguna que interesase tanto."
"Encendió la televisión y, mientras el aparato se calentaba, fue hasta la ventana que había dejado abierta desde por la mañana y así había permanecido todo el día. La tarde tocaba a su fin. Había mucha gente en la calle, pero nadie hablaba, no había grupos. Las personas parecían caminar al azar, sin destino, se limitaban a extender los brazos y a mostrar la mano derecha [identificación obligatoria de la letra de serie en la palma de los ciudadanos]. Visto desde arriba, en aquel silencio, el espectáculo podría dar ganas de reír: los brazos subían y bajaban, las manos, blancas, con las manchas verdes de las letras, hacían un movimiento rápido y después caían, para repetirse el movimiento íntegro algunos pasos más adelante. Eran como dementes con una idea fija en la alameda de un manicomio."
"Entre el bosque y la ciudad no había ya espacio libre, toda la población había ido a asistir a la gran acción militar de represalia. A lo lejos se oía un zumbido: los aviones se aproximaban. Los relojes que aún funcionaban iban a dar las siete, o a marcarlas silenciosamente en la esfera. El oficial que comandaba la artillería sostenía el micrófono para dar la orden de fuego. Centenas de millares de personas, un millón, casi no respiraban de ansiedad. Pero ningún tiro llegó a ser disparado. En el preciso instante en el que el oficial iba a gritar: «¡Fuego!», el micrófono le huyó de las manos. Inexplicablemente los aviones hicieron una curva cerrada y volvieron atrás. Esta fue apenas la primera señal. Un silencio absoluto se extendió sobre la planicie. Y de repente la ciudad desapareció. En su lugar, hasta perderse de vista, surgió otra multitud de mujeres y hombres, desnudos, salidos de lo que había sido la ciudad. Desaparecieron las piezas de artillería y todas las demás armas, y los militares se quedaron desnudos, rodeados por los hombres y por las mujeres que antes habían sido ropas y armas. En el centro, la inmensa mancha oscura de la población de la ciudad. Pero también ésta, en el instante sucesivo, se metamorfoseó y multiplicó. La planicie se volvió súbitamente clara cuando el sol nació.
Fue entonces cuando del bosque salieron todos los hombres y mujeres que allí se habían escondido desde que la revuelta había comenzado, desde el primer oumi desaparecido. Y uno de ellos dijo:
–Ahora es necesario reconstruirlo todo.
Y una mujer dijo:
–No teníamos otro remedio, puesto que las cosas éramos nosotros. No volverán los hombres a ser puestos en el lugar de las cosas."
[Fragmentos de "Cosas". José Saramago, Casi un objeto (Objeto Quase, 1983). Traducción de Eduardo Naval. Madrid: Alfaguara, 1998].
Portada de Casi un objeto (José Saramago, 1983).
Colección Narrativa, 2006.
Fuente: República - ÁreaLibros
Colección Narrativa, 2006.
Fuente: República - ÁreaLibros
"Si el hombre es formado por las circunstancias, entonces, es necesario formar las circunstancias humanamente."
(K. Marx y F. Engels, La Sagrada Familia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario