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Decía Alejandro Casona que la belleza es la otra forma de la verdad. Y Platón que, en realidad, la belleza es el esplendor de la verdad. Por eso no necesita explicación.
En un mundo apresurado, que divaga a la velocidad de la luz, que idolatra lo superfluo, la frivolidad, la belleza externa que dictan los cánones de cada época,... uno debería realizar, al menos de cuando en cuando, un verdadero ejercicio catártico, un ejercicio de honestidad, purificar el alma, buscar la verdadera belleza e inundarse de ella. Porque buscar la belleza es buscar la felicidad.
Etimológicamente, Catarsis (Κάθαρσις) significa purga, purificación. En la antigua Grecia se realizaban constantes rituales para purificar a las personas y a las cosas que se creía afectadas de impurezas. En su Poética, Aristóteles adjudicaba al teatro y a otros espectáculos un papel fundamental para este fin: contemplar la tragedia para purificarse del terror, para aprender a experimentar sensaciones como la compasión y desarrollar la capacidad de empatía.
La tragedia griega era la representación bella de un mundo brutal, despiadado, horrible, gobernado por la guerra, la enfermedad, los miedos, la soledad, la tristeza... Contemplar la representación bella de ese mundo purificaba el alma de los griegos, les invitaba a apiadarse de él, a sentirse parte de él y a luchar por él. El comienzo de la búsqueda de la felicidad está en las profundidades, en la oscuridad, en la tristeza, en el sufrimiento.
Por eso cada cual debería realizar su catarsis con más frecuencia. No solo por las razones apuntadas para los griegos, que ya son más que suficientes, sino por una simple cuestión de búsqueda de placer y verdad frente al dolor y la frivolidad. Por eso hay que jugar a ser griegos y, de repente, o no tan de repente, dejarlo todo, detenerse y observar de verdad las cosas, a las personas, escuchar. Ni siquiera hablar, porque hablar no deja de ser un acto invasivo, aunque nuestros propósitos sean buenos, aunque pronunciemos palabras de amor. Sencillamente detenerse, observar y escuchar. "Solo" eso. De esa forma podemos encontrar la auténtica belleza. De esa forma podemos lograr momentos de felicidad, incluso en la tristeza.
"Edipo y la Esfinge", dibujo de un vaso griego
(inspirado en Edipo Rey, de Sófocles, s. V a.C.).
Fuente: Instituto Español "Cañada Blanch"
"Edipo Rey, Sófocles"
(inspirado en Edipo Rey, de Sófocles, s. V a.C.).
Fuente: Instituto Español "Cañada Blanch"
"Edipo Rey, Sófocles"
Mi adorado Carlos Fuentes escribió una rareza maravillosa llamada En esto creo. Es una especie de diccionario personal, vital, que hago mío. En este caso os dejo lo más importante de su definición de "Belleza", que es extraordinaria. Por supuesto, os recomiendo la lectura de toda la obra.
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BELLEZA
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"Sócrates se sabía feo y rogaba por «la belleza interna». Creo que no hay disposición más certera para juzgar «lo bello» que ésta: pedirle al cuerpo que sea guía hacia el alma y, al alma, que nos permita entender la posible armonía entre cuerpo y espíritu. Implícita en nuestra vida está la cuestión de cómo se relacionan el alma y el cuerpo. ¿Son inseparables, sólo los divide la neurosis o la muerte, sobrevive el alma al cuerpo o mueren, abrazados, la una con el otro?Lo feo es el cuerpo sin forma. El artista trata de reunir todo lo disperso. No importa el tema, dolor, muerte, nacimiento, revolución, poder, orgullo, vanidad, sueño, memoria, voluntad, no importa qué cosa anime al cuerpo con tal de darle forma y entonces deja de ser feo y Sócrates tiene razón. La belleza sólo le pertenece al que la entiende, no al que la tiene. La belleza no es más que la verdad de cada uno de nosotros.
La verdad y la belleza de los cuerpos pero también de los juegos, de los sueños, de la solidaridad, de la atención que le ponemos a las cosas y a los seres, de la comida y la bebida, del poema y del canto, de la memoria y de la imaginación, la belleza de la naturaleza, de la muerte y del misterio del día y de la noche.
En Los años con Laura Díaz, pongo estas palabras en boca de una Frida Kahlo imaginaria, herida y sangrante en una cama de hospital:
Puedes mirarme sin pudor... decir que me veo horrible, que no te atreves a mostrarme el espejo, que a tus ojos hoy no soy bella, en este día y este lugar no soy bonita, y yo no te contesto con palabras, te pido en cambio unos colores y un papel y convierto el horror de mi cuerpo herido y mi sangre derramada en mi verdad y mi belleza, porque sabes, amiga mía de verdad, de verdad mi cuata mía a toda madre, ¿sabes?, conocernos a nosotros mismos nos vuelve hermosos porque identifica nuestros deseos. Cuando desea, una mujer siempre es bella...
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(...) Pobre sería el arte de la belleza visual si excluyese la prolongación de la mirada en lo táctil, lo auditivo, lo olfativo, lo «gostoso», como dicen los lusoparlantes. Y es que los seres humanos deseamos un placer infinito que abarque todos nuestros sentidos.
Pero no nos contentamos con ello. Deseamos siempre algo más, algo que quizás ni siquiera sepamos concebir, pero que nuestra imaginación y nuestros sentidos buscan, exigen, imaginan aunque ni siquiera lo conciban. «Oh inteligencia, soledad en llamas, que todo lo concibe sin crearlo.» Esta profunda intuición de José Gorostiza en el más grande poema mexicano del siglo XX, le da palabras al gran dilema de la residencia en la tierra: Desear una satisfacción infinita, pero que al mismo tiempo sea temporal, un aquí y un ahora.
La belleza entrega su cuerpo no para decirnos que nos contentemos con lo que el mundo nos da, no para limitar nuestro deseo y pedirnos una conformidad cualquiera, sino para hacernos el regalo de un cuerpo presente, un cuerpo aquí y ahora que no sacrifica, sin embargo, ninguna de sus posibilidades, ninguno de sus puede y ninguno de sus nunca. En el arte se encuentran, para quien sepa mirar, el ideal del cuerpo y su negación; la armonía del cuerpo con el alma pero también su posible desarmonía; la presencia del cuerpo pero también su inevitable ausencia; su placer pero también su dolor."
Pero no nos contentamos con ello. Deseamos siempre algo más, algo que quizás ni siquiera sepamos concebir, pero que nuestra imaginación y nuestros sentidos buscan, exigen, imaginan aunque ni siquiera lo conciban. «Oh inteligencia, soledad en llamas, que todo lo concibe sin crearlo.» Esta profunda intuición de José Gorostiza en el más grande poema mexicano del siglo XX, le da palabras al gran dilema de la residencia en la tierra: Desear una satisfacción infinita, pero que al mismo tiempo sea temporal, un aquí y un ahora.
La belleza entrega su cuerpo no para decirnos que nos contentemos con lo que el mundo nos da, no para limitar nuestro deseo y pedirnos una conformidad cualquiera, sino para hacernos el regalo de un cuerpo presente, un cuerpo aquí y ahora que no sacrifica, sin embargo, ninguna de sus posibilidades, ninguno de sus puede y ninguno de sus nunca. En el arte se encuentran, para quien sepa mirar, el ideal del cuerpo y su negación; la armonía del cuerpo con el alma pero también su posible desarmonía; la presencia del cuerpo pero también su inevitable ausencia; su placer pero también su dolor."
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Frida Kahlo: "Abrazo amoroso", 1949.
Fuente: La dimora del tempo sospeso
"Senza recidersi mai dal proprio mare – Iole TOINI"
Fuente: La dimora del tempo sospeso
"Senza recidersi mai dal proprio mare – Iole TOINI"
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Y siempre Aute: La Belleza.
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"Que procedas del cielo o del infierno, qué importa,.
¡Oh, Belleza! ¡Monstruo enorme, horroroso, ingenuo!
Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la puerta
De un infinito que amo y jamás he conocido."
(Charles Baudelaire, Himno a la belleza)
"Quitad de los corazones el amor por lo bello, y habréis
quitado todo el encanto a la vida."
(Jean-Jacques Rousseau)
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3 comentarios:
Susana prométeme que no vas a cambiar nunca. Te quiero.
Te lo prometo. Gracias por quererme.
bella eres tú
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