jueves, 24 de enero de 2013

MÁS FELONÍAS DEL CAPITALISMO

contra la dictadura global, dictadura proletaria
Sin duda fuente de todo mal, de la mano de la estupidez, la inconsciencia y la cobardía del ser humano. O cómo el peligro de concebir el capitalismo como algo natural, en lugar de como algo coyuntural y que dejó de servir hace mucho tiempo (si es que alguna vez sirvió), nos devora, por haber permitido que se convirtiese en la estructura de nuestras vidas:

"En varias etapas, el capitalismo del siglo XVIII efectuó un cambio radical: la conducta económica se separó de la ética y de los valores humanos. En realidad, se supuso que la máquina económica era una entidad autónoma, independiente de las necesidades y de la voluntad humanas. Era un sistema que funcionaba solo y obedecía a sus propias leyes. El sufrimiento de los obreros y la quiebra de un número cada vez mayor de empresas pequeñas en bien del desarrollo de las empresas mayores era una necesidad económica que podía lamentarse, pero que debía aceptarse como resultado de una ley natural.

El desarrollo de este sistema económico ya no quedó determinado por la pregunta '¿qué es bueno para el hombre?', sino la pregunta '¿qué es bueno para el desarrollo del sistema?'. Se trataba de ocultar lo enconado de este conflicto suponiendo que lo que era bueno para el desarrollo del sistema (o aun para una sola gran Empresa) también era bueno para la gente. Esta interpretación se vio reforzada por una interpretación subsidiaria: que las cualidades mismas que el sistema requería de los seres humanos (egotismo, egoísmo y avaricia) eran innatas a la naturaleza humana; por ello, no sólo el sistema, sino la misma naturaleza humana las fomentaba. Se suponía que las sociedades en que no existía el egotismo, el egoísmo y la avaricia, eran "primitivas", y sus habitantes eran como "niños". La gente se negó a reconocer que estos rasgos que habían dado el ser a la sociedad industrial no eran impulsos naturales, sino producto de las circunstancias sociales.

No es menos importante este factor: la relación de la gente con la naturaleza se volvió muy hostil. Por ser "caprichos de la naturaleza", que por las condiciones mismas de nuestra existencia estamos dentro de la naturaleza, y porque con el don de nuestra razón la trascendemos, hemos tratado de resolver nuestro problema existencial renunciando a la visión mesiánica de la armonía entre la humanidad y la naturaleza, y al conquistar a la naturaleza, al transformarla para nuestros fines, su conquista se ha convertido, cada vez más, en equivalente de destrucción. Nuestro espíritu hostil y de conquista nos ciega al hecho de que los recursos naturales tienen límites Y pueden agotarse, y que la naturaleza luchará contra la rapacidad humana.

La sociedad industrial desprecia la naturaleza, todas las cosas que no están hechas por máquinas, y los pueblos que no son fabricantes de máquinas (las razas no blancas, con las recientes excepciones de Japón y China). Hoy día la gente se siente atraída por los objetos mecánicos, por el poder de las máquinas, por lo que no tiene vida, y cada vez más por la destrucción."


[Erich Fromm: Tener y ser (1976)]

Fuente: Figuras en la niebla - "El Capitalismo según Daniel Bensaïd"

"Dinero, libertad del. Dícese del rey Herodes suelto en una fiesta infantil."

"Intercambio. Mecanismo que permite a los pses pobres pagar cuando compran y cuando venden también."

"Mercado. Lugar donde se fija el precio de la gente y otras mercancías."

"Naturaleza. Los arqueólogos han localizado ciertos vestigios." 

"Orden. El mundo gasta seis veces más fondos públicos en investigación militar que en investigación médica."

"Riqueza. Según los ricos, no produce la felicidad. Según los pobres, produce algo bastante parecido. Pero los estadistas indican que los ricos son ricos porque son pocos, y la fuerzas armadas y la policía se ocupan de aclarar cualquier posible confusión al respecto." 

"Veneno. Sustancia que actualmente predomina en el aire, el agua, la tierra y el alma."
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(Eduardo Galeano: "Diccionario del Nuevo Orden Mundial". En: Ser como ellos y otros artículos. Madrid, Siglo XXI, 1992)
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