Hoy hace 10 años que murió (no nos dejó) uno de los hombres más sabios y maravillosos de la historia, el hijo de dos campesinos de Azinhaga (Portugal), mi gurú eterno, José Saramago. Pronunciar su nombre, pensarlo siquiera, me agarrotan la garganta y el corazón de puro sentimiento, mezcla de un agradecimiento, una alegría y una tristeza infinitos.
Pesimista y comunista hormonal, anarquista de facto. Así se definía y actuaba. Siempre pensando, hablando y viviendo a la contra del Sistema, de sus desmanes y de su dictadura implacable. Y siempre en pro de la justicia y de los más desfavorecidos.
De esa manera estuvo en el mundo, en lo político y en lo humano. Saramago fue y siempre será verdad, la VERDAD. Atreverse a no escucharle, a ignorarle, a contradecirle, a vivir de un modo distinto al espíritu de su mensaje, es más que un sacrilegio...
De esa manera estuvo en el mundo, en lo político y en lo humano. Saramago fue y siempre será verdad, la VERDAD. Atreverse a no escucharle, a ignorarle, a contradecirle, a vivir de un modo distinto al espíritu de su mensaje, es más que un sacrilegio...
"En un sistema como este, ya hace tiempo que te dijeron que vivimos en una dictadura económica…
Es que antes, cuando se hablaba de dictadura, la gente sabía lo que era. En primer lugar, o era una dictadura política o era una dictadura militar. La gente veía a unos militares malencarados que reprimían, que torturaban, que hacían todas estas cosas. Por tanto la dictadura era eso. Y no percibimos que la dictadura cambió. La dictadura no necesita más de militares malencarados. No necesita de políticos corruptos. No necesita de, digamos, “batallones de la muerte”, en desuso, claro está. En términos generales, ya no necesita nada de eso.
La dictadura de hoy es económica. Vivimos en una situación que puede llamarse también “capitalismo autoritario”. En una situación de estas, en la que nos hacen creer que lo mejor es triunfar en la vida. Y triunfar en la vida es tener mucho. Tener lo más que se pueda: tres automóviles en vez de uno, dos, tres o cuatro casas en vez de una… Todos los bienes, todo aquello que se llama bien, esa máquina de producción de bienes, muchas veces inútiles, que nos obliga a comprar y comprar y comprar…
El concepto de ciudadano, que viene desde el siglo XVIII, y que más o menos se mantiene hasta nuestros días, fue sustituido por el de cliente. Nos convirtieron en clientes. Somos consumidores. Nada más. Y esto, me parece que es así, pone en graves problemas algo que hoy, parece, se convirtió en una moda, que es la moda de la democracia.
Bueno, yo soy demócrata. Sólo que mi concepto de democracia no tiene nada que ver con el concepto de democracia que se usa y se practica. Un concepto de democracia que se limita a pedir al ciudadano, al que todavía lo sigue siendo, que cada cuatro años acuda a depositar un papel dentro de una urna y que después se vaya. Ya no se lo necesitará de aquí a cuatro años.
Un concepto de democracia que en el fondo significa que, a partir del momento en el que el ciudadano o elector coloca su voto en la urna, cedió su propia capacidad política, su capacidad crítica, la cedió a otra persona de la que, muchas veces, ni siquiera sabe quién es. Lo cedió a un partido, lo cedió a un conjunto de personas que pertenecen a ese partido, o que ocupan ese partido, o se aprovechan de ese partido, y que se van a aprovechar del poder para hacer aquello que “bien saben hacer”.
Esto no es democracia. Porque todo esto se termina convirtiendo en pura ilusión."
Es que antes, cuando se hablaba de dictadura, la gente sabía lo que era. En primer lugar, o era una dictadura política o era una dictadura militar. La gente veía a unos militares malencarados que reprimían, que torturaban, que hacían todas estas cosas. Por tanto la dictadura era eso. Y no percibimos que la dictadura cambió. La dictadura no necesita más de militares malencarados. No necesita de políticos corruptos. No necesita de, digamos, “batallones de la muerte”, en desuso, claro está. En términos generales, ya no necesita nada de eso.
La dictadura de hoy es económica. Vivimos en una situación que puede llamarse también “capitalismo autoritario”. En una situación de estas, en la que nos hacen creer que lo mejor es triunfar en la vida. Y triunfar en la vida es tener mucho. Tener lo más que se pueda: tres automóviles en vez de uno, dos, tres o cuatro casas en vez de una… Todos los bienes, todo aquello que se llama bien, esa máquina de producción de bienes, muchas veces inútiles, que nos obliga a comprar y comprar y comprar…
El concepto de ciudadano, que viene desde el siglo XVIII, y que más o menos se mantiene hasta nuestros días, fue sustituido por el de cliente. Nos convirtieron en clientes. Somos consumidores. Nada más. Y esto, me parece que es así, pone en graves problemas algo que hoy, parece, se convirtió en una moda, que es la moda de la democracia.
Bueno, yo soy demócrata. Sólo que mi concepto de democracia no tiene nada que ver con el concepto de democracia que se usa y se practica. Un concepto de democracia que se limita a pedir al ciudadano, al que todavía lo sigue siendo, que cada cuatro años acuda a depositar un papel dentro de una urna y que después se vaya. Ya no se lo necesitará de aquí a cuatro años.
Un concepto de democracia que en el fondo significa que, a partir del momento en el que el ciudadano o elector coloca su voto en la urna, cedió su propia capacidad política, su capacidad crítica, la cedió a otra persona de la que, muchas veces, ni siquiera sabe quién es. Lo cedió a un partido, lo cedió a un conjunto de personas que pertenecen a ese partido, o que ocupan ese partido, o se aprovechan de ese partido, y que se van a aprovechar del poder para hacer aquello que “bien saben hacer”.
Esto no es democracia. Porque todo esto se termina convirtiendo en pura ilusión."
(José Saramago)
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