miércoles, 20 de noviembre de 2019

¿DÓNDE PONGO LAS FLORES?


Dicen que España es una democracia. Dicen mal. Mienten o no conocen su historia y su realidad actual. Pero en este artículo no escribiré sobre sus intolerables e insoportables desigualdades económico-sociales y legales, ni acerca de la pseudo-democracia política y su corrupción absoluta. Eso ya lo he hecho y lo seguiré haciendo. Voy a hablar de memoria y verdad, de seres humanos que me importan: las víctimas de la dictadura franquista y postfranquista, que fueron y seguimos siendo casi todos en este Estado de mentiras.

España es el segundo país del mundo en número de desaparecidos (más de 200.000) después de Camboya. Apenas se les ha buscado 44 años después de la muerte del dictador, que dio un golpe de estado, provocó una guerra civil y causó la muerte de más de 600.000 personas. Un genocida a quien, únicamente en busca de réditos electorales para un partido político concreto (PSOE), se le ha sacado de su tumba megalómana e infame con retransmisión televisada, bandera fascista e ilegal al viento y entorno al lujoso ataúd, propaganda favorable y honores civiles y militares. 

Mientras, a las víctimas de este genocida jamás se les ha hecho justicia. Ni siquiera se ha intentado realmente. La mayoría siguen en cunetas o barrancos, ocultas, anónimas, sin memoria, asesinadas todos los días, ellas, sus familias y quienes nos sentimos parte de ellos. Al mismo tiempo, sus asesinos, vivos o muertos, algunos de ellos condecorados, y los familiares y seguidores de éstos,  continúan riéndose de sus víctimas, de todos. Investigad. Para empezar, recomiendo estos artículos:
La Ley de Memoria Histórica es una farsa ideada para acallar y conformar a algunos y para que no se haga justicia. No importa quién gobierne. La prueba es que asesinos y torturadores como Billy "El Niño" y otros de su calaña, vivos o muertos, militares o no, no sólo no han sido juzgados sino que viven a cuerpo de rey con subvenciones, pensiones suculentas (hasta dobles) y condecoraciones varias.

La sola existencia y financiación de la Fundación Franco o de la propia Monarquía franquista es una anomalía, un anacronismo, una injusticia intolerable. Lo mismo que los privilegios fiscales, legales y sociales de la familia y amigos del dictador. Un país ignorante, desmemoriado e injusto. Eso ni es ni puede ser una democracia. Decir lo contrario es mentir.

Pero hay algunas personas que intentan infundirnos memoria para que juntos busquemos a los desaparecidos por el Franquismo y les hagamos un poco de justicia. Por ejemplo, sus familiares y las organizaciones y personas en pro de la Memoria y la Justicia.

También, hay artistas que, además de ser musicalmente maravillosos, cantan cosas que importan, poesía que es más que poesía, que rezuma memoria y justicia en sus versos. Estos que hoy comparto se llaman El Naán y compusieron este "¿Dónde pongo las flores?" para Carmina, Julita, Goya y Milagros, octogenarias que buscan el lugar donde llevar flores a sus padres... antes de marcharse. Para poder cerrar el círculo. Para poder descansar.

"Está dedicada a todas las Asociaciones para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) que con su trabajo rescatan la dignidad de este país. Y a los cientos de miles de familiares de represaliados que luchan con esfuerzo y ternura contra la desmemoria.

Fue grabado en  junio de 2019 en el  Banco de Semillas de Amayuelas de Abajo y en el Cementerio de El Carmen de Valladolid, en el homenaje que se hizo junto a las cinco fosas comunes ocultas en sus caminos, donde aún aguardan cientos de asesinados en los primeros meses del golpe de estado del 36."

(El Naán, 19 de octubre de 2019)





¿DÓNDE PONGO LAS FLORES?
(El Naán)

Qué bonitas las cunetas,
cómo crecen las adelfas,
cómo trepan hacia el cielo
abonadas con poetas.

Ya no me quedan más fuerzas,
como en un mal de amores,
sólo quería saber
adónde pongo las flores.

Han sembrado los caminos
y palpitan bajo el suelo
de zapatos y de horquillas.
No vieron al enterrarlos
que quizás eran semillas.

Ahí vienen, girando un abismo
que trae perfume de huesos,
que trepa desde los pies
y el aliento de los muertos.

No me quisiera morir
sin ver la flor de tu pecho.
Nace rompiendo la losa
que la impide ver el cielo.

Han sembrado los caminos
y palpitan bajo el suelo
de zapatos y de horquillas.
No vieron al enterrarlos
que quizás eran semillas.


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