En su espléndida novela Antes de Adán (que recomiendo con fervor), Jack London explica su teoría sobre ese sueño tan recurrente y angustioso que todos hemos tenido alguna vez. Aquel en el que caemos y caemos en el espacio, interminablemente, irremediablemente. ¿Sabéis de qué hablo, verdad? Sí, todos lo hemos soñado. Es un sueño paralelo en los seres humanos. Pues bien, London dice en su novela que ese sueño, en realidad, es un atavismo, algo heredado, una reminiscencia de nuestros antecesores, los primeros simios, que vivían en los árboles. El riesgo de caerse era para ellos una inquietud continua, pues en el suelo vivían las bestias que los devorarían. Dice más:
"Muchos debieron perder la vida de aquel modo; y la mayoría debió sufrir alguna vez horribles caídas, de las que acaso se salvarían agarrándose a alguna rama en su vertiginosa vertical hacia el suelo. (...) Aquellas caídas, como quiera, aunque detenidas en su transcurso, debían producir necesariamente un trauma. Esto determinaría algunos cambios moleculares en las células cerebrales. Dichos cambios, transmitidos a las células cerebrales engendradoras, se debieron convertir en el patrimonio común de la especie. Así, cuando cualquiera de nosotros, los hombres actuales, en estado de sueño o de duermevela sentimos caernos a través del espacio y por último nos despertamos a la conciencia normal, agotados, en el momento mismo de ir a estrellarnos contra la tierra, lo que hacemos es recordar lo que había sucedido a nuestros antepasados arborícolas: ello se ha grabado y forma parte del acervo hereditario de la especie."
Afirma que nuestros instintos son hábitos grabados en el código hereditario. Hábitos de nuestra especie en tiempos pasados. Y, volviendo a "la caída", asegura que el hecho de que no experimentemos esa sensación de la caída al vacío en la vida cotidiana, despiertos, es porque padecemos una disociación de la personalidad. O sea, que tenemos doble personalidad: la que cae mientras dormimos (y que debe haber sufrido antes esa experiencia, vía antepasados) y la que mostramos despiertos. La primera, que es la gran desconocida (y por eso la más interesante), recuerda experiencias de épocas remotas, mientras que la despierta conserva la memoria de las experiencias vividas en nuestra vida real. Ocurre que unos tenemos recuerdos de la especie más intensos y concretos que los demás. De cualquier modo, seguimos siendo rompecabezas.
"La caída de Ícaro", Jacob Peter Gowy (1636).
Fuente: El rival interior - "Psicopatología del Deportista"
Fuente: El rival interior - "Psicopatología del Deportista"
Pero... ¡qué forma de "reencarnación" tan surrealista! Si bien tiene visos cientifistas, no se trata de una teoría estrictamente científica, aunque London dice que gran parte de ella proviene de explicaciones de un profesor de biología que tuvo. Pero como bien sabemos, la ciencia nunca ha sido capaz de explicarlo todo, por suerte o por desgracia. Y ya que necesitamos explicarlo todo (a mí me ocurre), esta teoría tiene su sentido, además de cierto poetismo dramático. Y digo yo: explicación lógica más belleza, ¿qué más se puede pedir? Sí, creo que se puede encontrar belleza en el dramatismo y la angustia, en la pesadilla real de la caída. Es la mejor forma que conozco de empezar a superar los miedos, buscarles lo bello.
En fin, cuento todo esto, además de porque es interesante, porque alguien me mandó el siguiente mensaje privado a mi twitter: "Sueño mucho con caerme. Mi instinto me dice que es la inminencia de la muerte".
Vamos por partes, como diría Jack el Destripador. No tengo ni idea de quién diantres me ha mandado esto. Y tampoco tengo la menor idea de por qué extraña razón todo el mundo tiende a creer que soy psicóloga o lectora-intérprete de sueños. Creo que se toman al pie de la letra eso de que un humanista es un cajón de sastre (separado, no junto). Como sea, ese mensaje me hizo pensar y no pude evitar acordarme de la explicación de Jack London en Antes de Adán. Lectura obligatoria.
Por cierto, le contesté contándole, entre otras, la teoría de London, por si la desconocía, y recomendándole la novela. Además, le dije que sí, que morirá... algún día, se caiga mucho o poco, en sueños o en la vida real. Y que, entretanto, no se obsesione con sus sueños, que confíe más en su "personalidad de despierto", que se concentre más en ella, en no caerse literal y figuradamente. Que investigue si no será que la despierta está influyendo en la dormida, provocando de alguna forma los repetidos sueños de caída. Al fin y al cabo, esos simios se caían por alguna razón: torpeza, cansancio, falta de concentración, miedo, etc.
¡Ah!... Y también le dije que, por si acaso, por nada del mundo se le ocurra subirse a los árboles. Ya no somos simios (vale, muchos sí), pero si actuamos como tales será más probable que nos caigamos y nos rompamos algo o, peor, que las bestias nos devoren, viéndonos heridos e indefensos, en el suelo.
¡Ah!... Y también le dije que, por si acaso, por nada del mundo se le ocurra subirse a los árboles. Ya no somos simios (vale, muchos sí), pero si actuamos como tales será más probable que nos caigamos y nos rompamos algo o, peor, que las bestias nos devoren, viéndonos heridos e indefensos, en el suelo.
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