miércoles, 22 de diciembre de 2010

OCIOSIDAD Y CONSUMO

sociedad enferma de exceso y defecto de todo
Días consumistas estos. Aunque... ¿cuál no lo es?

Consumismo: "Tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios." (R.A.E.)

Decía el sociólogo y economista Thorstein Veblen que el consumismo está íntimamente ligado a (provocado por) la ociosidad y la "propensión emulativa universal" que manifiesta el ser humano, o sea, disponer de tiempo libre más nuestra tendencia a copiar lo que hace el otro. En el mundo consumista actual, es el American way of life: cuanto más consumes, más eres.

Esa idea y su propaganda asocian el consumo a la felicidad, a la autorrealización y, por ende, tenemos una sociedad obsesionada con las posesiones, de la que hablaba Erich Fromm. (Os remito a mi artículo "
De Diógenes: ser y tener", 1ª parte de este).

En el siglo XIX, frente al industrialismo brutal y la moral puritana del trabajo, algunos intelectuales-escritores (Stendhal, Thoreau, Lafargue, R.L. Stevenson...) reivindicaban el valor de la ociosidad y la insumisión con respecto al trabajo exorbitante, que privaba a los hombres y mujeres de libertad, de tiempo libre, de la oportunidad para establecer relaciones humanas de calidad, de la posibilidad de vivir la vida y ser felices.


Pero la burguesía de finales del XIX y comienzos del XX se apropió de esa idea inicial, de los principios honestos y sanos, pervirtiéndolos. Los acomodó al capitalismo. Pues como apunta Veblen en
La teoría de la clase ociosa (The Leissure Class. 1899), el resultado de la ociosidad de los acomodados (plutócratas) más la mencionada propensión emulativa universal, donde entran en juego la comparación de patrones como la proeza o la riqueza y donde se trata de conseguir la estima (ser más) y/o evitar el menoscabo del prestigio (no ser menos), el resultado, dice, sería la necesidad de tener o aparentar que se tiene lo que no se tiene y de consumir a toda costa, aunque ello significase privarse de algo necesario y sano o endeudarse.

Se desvinculó el consumo de la mera satisfacción de las necesidades básicas y del auténtico bienetar del ser humano, para asociarlo a la emulación, a elementos simbólicos, a lo ostensible, a la conformación de una identidad a partir de la insana acumulación de bienes materiales.


La fórmula, inteligentemente difundida por la burguesía entre las clases medias, que se multiplicaron en el siglo XX, más algunos derechos laborales para éstas, como la reducción de la jornada laboral y, por consiguiente, el incremento del tiempo libre, más la hiperproducción para satisfacer necesidades ficticias, más la construcción de grandes almacenes y superficies en las ciudades, más inventos como la tarjeta de crédito, más patrones de consumo y moda (publicidad) convenientemente erigidos en símbolos de estatus e identidad social, etc, nos han llevado al panorama consumista actual. Tenemos tiempo libre, nos sentimos ociosos, nos bombardean con publicidad, envidiamos al vecino que tiene algo que no tenemos, compramos.


Como bien dijo dios Saramago:
"El capitalismo clásico explotaba a los asalariados; el neocapitalismo explota a los consumidores. Es necesario que las mayorías acumulen cosas para que las minorías acumulen capital."

Y se cierra el círculo vicioso-ocioso. El American way of life nos parece el único modelo posible. Un pensamiento único. Una única forma de vivir: CONSUMIR.

Todo esto se encuentra muy lejos del "grito" de Lafargue en defensa del derecho a la humilde y rebelde pereza. Muy lejos de la convicción de Thoreau de que nada empobrece más que la riqueza, porque no es necesario el dinero para comprar lo que necesita el alma, ya que somos ricos según el número de cosas de las que podemos prescindir. Somos ricos utilizando sana y honestamente nuestra ociosidad.

.
"Alemania, Cuento de Navidad" (George Grosz), 1917/19.
Fuente:
LOG85 - "Nueva Objetividad"

"¿Cuándo la sociedad de consumo llegará a la saciedad de consumo?"
(Quino, Mafalda)

Hay que estar siempre borracho.
Todo consiste en eso:
es la única cuestión.
Para no sentir
la carga horrible del Tiempo,
que os rompe los hombros
y os inclina hacia el suelo,
tenéis que embriagaros sin tregua.
Pero ¿de qué?
De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis.
Pero embriagaos.
(Charles Baudelaire)

1 comentario:

Jesús Ruiz Pérez dijo...

Certero y magnífico.
Te felicito (también la Navidad).