sábado, 6 de marzo de 2010

"EL 68: LAS CEREMONIAS DEL AGRAVIO Y LA MEMORIA" (CARLOS MONSIVÁIS)

izquierda=frustración
... O cómo y por qué la izquierda fracasa siempre y está condenada a seguir fracasando, desgraciadamente.
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Esta crónica de la izquierda frustrada que del '68 mexicano realiza Carlos Monsiváis puede aplicarse a cualquier '68, a cualquier país, a cualquier época, pasada, presente y/o futura. Contrariamente a lo que cualquiera pueda pensar, la historia se repite constantemente, matices más matices menos, porque los protagonistas siempre son los mismos miserables.


"Los antecedentes del Movimiento Estudiantil"

En 1968, una de las plazas fuertes de la izquierda partidaria (Partido Comunista Mexicano y grupúsculos) es la UNAM, y más específicamente Ciudad Universitaria. Sin ser numéricamente de consideración, la izquierda, en el páramo de las organizaciones estudiantiles, es la única con campañas definidas, la sombra de un proyecto y un discurso articulado, así sea de modo muy esquemático. (...) De 1929 en adelante, el destino de las causas estudiantiles ha sido renovar las dirigencias gubernamentales, por lo menos en la parte operativa. No ha variado la máxima no escrita: "Quien no es radical en su juventud, no sabrá bien cómo reprimir a los radicales en su madurez".

(...) A la izquierda estudiantil la mueve el compromiso con la Historia, lo que desde fuera no quiere decir nada y de cerca se traduce en enredijos teóricos. A la burguesía, por decir algo, no la intranquiliza el bagaje izquierdista, los seminarios de estudios de marxismo, los rudimentos de Historia de México con especialización en la etapa 1910-1940, las peregrinaciones del rollo revolucionario, las asambleas estudiantiles, las reuniones de célula o de grupo, los "Talleres de militancia" cifrados en el método de autopersuasión: "De tanto repetirlas, me aprendí mis convicciones". Hay altruismo y voluntad de entrega; hay sectarismo e impaciencia histórica (o como se le diga a la certeza íntima de que cinco años más haciendo y diciendo lo mismo no se soportarán).

El Partido Comunista de 1968 se ha profesionalizado en la reducción de sus posibilidades, y (sea esto o no importante) se obstina en simbolizar la muerte de la voluntad de poder. Si su presencia en algunas escuelas y facultades es persistente, su influencia sólo se nota en las emergencias. Por lo menos la mitad de sus militantes viene de provincia, y su común denominador es la sensación de apartarse por un tiempo de la normalidad para retornar a ella con otros saberes básicos. Por supuesto, esta actitud no es deliberada, ni los cuadros del Partido se sienten de paso en la organización, pero no hay las perspectivas de largo plazo, y apenas un puñado de compensaciones sentimentales, que en algo equilibran la verbomanía de los "Martillos Teóricos" y la noción compulsiva de militancia. A las compensaciones las enmarca el amor por las causas perdidas y el nacionalismo tradicional de los comunistas, todavía capaces de extraer de los corridos la insurrección anímica que necesitan: 


Señores, a orgullo tengo
de ser anti-imperialista,
y militar en las filas
del Partido Comunista,
y militar en las filas
del Partido Comunista.

(Con música de "El Corrido de Cananea")

Y si la sociedad no se toma muy en serio a la izquierda, es por considerarla no tanto opción ideológica sino rito de tránsito que evocan con cierto gusto los poseídos por "la conciencia social". Lo típico de la izquierda es su incapacidad retentiva, y los pocos que perseveran en la militancia, para no amargarse tienden a burocratizarse. Ingresan a la organización, se enardecen, desprecian a "reformistas y socialtraidores", exprimen hasta el alba las probabilidades de reavivar la lucha de clases... y luego se alejan para añadirse al monorritmo de las instituciones.

(...) Y la izquierda partidaria intenta desquitarse del Sistema que cada cinco o seis años le arrebata a sus jóvenes guerreros, sembrando sentimientos de culpa. "Vayanse, porque aquí nunca tendrán oportunidades, pero nunca olviden que han traicionado a la revolución." Y a lo largo de los años, la deserción se paga exacerbando en "los desertores" o el odio frenético a la izquierda o el espíritu autodestructivo, la impresión de haber canjeado la utopía por el plato de lentejas de un puesto o de un puestazo, la desazón más bien teatral de quien, ya en la ronda de los tragos, canta "La Internacional" desde el fondo del remordimiento. De allí el éxito perdurable del poema de José Emilio Pacheco: 


Antiguos compañeros se reúnen.
Ya somos todo aquello
contra lo que luchamos
a los veinte años.
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(Carlos Monsiváis: "El 68: Las ceremonias del agravio y la memoria". En Julio Scherer y Carlos Monsiváis, Parte de Guerra. Tlatelolco 1968. Documentos del general Marcelino García Barragán. Los hechos y la historia. México D.F., Nuevo Siglo Aguilar, 1999).
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Matanza de Tlatelolco, 2 de octubre de 1968.
Fuente: El Demócrata - "Tlatelolco 68: Los recuerdos del futuro"

"Para que tu mano derecha ignore lo que hace la izquierda, habrá que esconderla de la conciencia."
(Simone Weil)

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6 comentarios:

Jesús Ruiz Pérez dijo...

Escribe bien Monsivais, aunque lo encuentro demasiado caústico.
Escribes: "La historia se repite constantemente, matices más matices menos, porque los protagonistas siempre son los mismos miserables". ¿Quiénes son los protagonistas de la Historia? Supongo que no te refieres a los estudiantes-pardillos (según los presenta Monsivais), los estudiantes-mártires (tal vez ingenuos, pero admirables).
Me quedo con Marx, los protagonistas de la Historia son todos los hombres, que la hacen de continuo con sus acciones y omisiones. Y si dice Monsivais que "el compromiso con la Historia (...) no quiere decir nada", al igual que la "impaciencia histórica", para aquellos estudiantes que recuerda, estaban sin duda incapacitados para la acción. Me quedo con Marx, repito, y su sentencia de El 18 brumario de Luis Bonaparte (1852): "Todos los grandes hechos y personajes de la Historia Universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. (...) Una vez como tragedia y la otra como farsa". Pero, ¿por qué? Porque "los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio. (...) La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos".
Ahí está la respuesta: la acción y la inacción responden a una tradición, nuestra forma de apropiación del pasado. Los hombres poseemos un relato histórico para interpretar los acontecimientos anteriores y guiarnos en el presente, relato que rige de este modo nuestro comportamiento: el conformismo, la revuelta estéril o la posibilidad de cambiar realmente las cosas.
El texto de Monsivais, por el contrario, insiste una y otra vez en la desorientación.
Deduzco, por las entradas que vas colgando en el blog, que tú y yo tenemos decepciones parecidas pero esperanzas distintas.

Susana R. Verano dijo...

Exacto. Los protagonistas de la historia somos todos. Todos somos misarables, unos por una razón y otros por otras. Por eso he utilizado el término miserable, porque admite diversas acepciones, diversos significados.

Pienso que la historia tiende a repetirse debido fundamentalmente a las características del ser humano, moldeadas por la educación-tradición. Pero el espíritu crítico del individuo, la voluntad, la valentía... deberían ser nuestras armas para cambiar la trayectoria. Sin embargo, rara vez lo son. Porque no aprendemos a utilizarlos, o no queremos, por conservadurismo y temores varios. Y/o nos impiden utilizarlos.

Es verdad. Decepciones parecidas pero esperanzas distintas. No tengo esperanza en el ser humano. La historia y el conocimiento del ser humano son mis argumentos.

Jesús Ruiz Pérez dijo...

Te comprendo. Cioran dijo algo parecido: los curas, los médicos y los historiadores, quienes conocen mejor las intimidades (las miserias) del ser humano, acaban deseperando de la virtud.

Susana R. Verano dijo...

Tengo petunias en la ventana. Son preciosas, de un morado y rosa... indescriptibles. Pero las petunias son muy delicadas, soportan tan solo una brisa suave y temperaturas ni demasiado altas ni demasiado bajas. Son como la mayoría de los seres humanos, agradables al tacto y al resto de los sentidos. Pero cuando la brisa es más fuerte de lo que debiera (para ellas), cuando tendrían que combatirla, no pueden, no quieren. Han de ocultarse de la intemperie o se estropean (¿eso creen?). No aguantan las condiciones climáticas. Estos últimos días de frío he dejado fuera una de las plantas, la más bonita. Quería castigarla. Llámame cruel. Ocurre que cuando me siento muy decepcionada con las personas hago este tipo de tonterías.

Aunque creo que, en el fondo, quería ver si se producía un milagro: la rebelión de las petunias contra la intemperie.

Fingal dijo...

Seguro que después de hacerle eso a tus petunias has llorado y luego has plantado otras tres. Como si te viera por un agujerillo. Pero te aseguro que ese final lo merecen más los miserables de los que hablas que las pobres petunias.

Susana R. Verano dijo...

Todo lo que has dicho, fingal, esverdad. Pero solo he vuelto a plantar una.