domingo, 6 de diciembre de 2009

ELEGÍA

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Los versos desgarrados y desgarradores de Miguel Hernández constituyen de largo la forma más bella que conozco de llorar a alguien y de rebelarse contra la muerte, aunque resulte una rebelión inútil. Me gusta rebelarme, me consuela la sensación. Pero, en los últimos tiempos, quisiera no haberme rebelado tanto inútilmente, quisiera no haber puesto mis ojos una vez más en la forma más bella de llorar a alguien.

Para Juan.




MIGUEL HERNÁNDEZ - Elegía

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

(El rayo que no cesa)

. 

"El Grito No. 3", de Oswaldo Guayasamín (1983).
Fuente: Soy Natiuska - "Gritos eternos"

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"A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd." 
(Alphonse de Lamartine)
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1 comentario:

mari jose dijo...

Hola Susana. Me gusta mucho tu blog. Cuelgas artículos muy interesantes y, sobre todo, que dan pie a la reflexión, es lo que más me gusta de todos ellos. Este poema está muy bien pero yo sigo prefiriedo a Salinas o Neruda. Paso de elegías que bastante tenemos con aguantar las chorradas que suceden en nuestro mundo. Es bueno pasar página para vivir mejor, eso no significa olvidar